viernes, 24 de octubre de 2008

Enterrada

Cada vez más cerca, cada vez menos interés, y yo escuchaba los violines sólo en mi cabeza, sólo yo. Cuanto más me adentraba en ella, más se alejaba.
Casi mil vidas soñando, casi mil reinos sin conquistar, casi sin sueños, casi sin razones.
La historia se viste mejor de cuerdas que de palabras.
Como la quise y verla morir era tan cruel, era tan ajeno a la lluvia, era tan ajeno a mi clamor.
Y la enterré a la vista de todos y nadie vio su funeral, la enterré viva, nadie la vio morir, ni siquiera ella se encontró muerta, solos su funeral y yo, solo ella y yo; pero ella estaba de negro y recostada en lino de olvidos, de renuncia, de verdad.
Malgastado mi amor se encontró sin salida a un fallecer temprano de nada en vida y en exequias eternidad.

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